por Ana Maria Gonçalves
(el
artículo original, publicado el 29 de abril en portugués, se encuentra aquí: http://blogueirasnegras.org/2014/04/29/a-babanizacao-do-racismo/)
No me gusta mucho escribir textos
al calor del momento, pero ahora va así, con emoción, porque el caso pasó de
los límites. Principalmente porque sería mejor aclarar varios puntos de esa
historia, que no es tan sencilla como parece.
De momento, sabemos que la idea
partió del padre de Neymar, quién también gerencia sus negocios: “el padre de
Neymar nos llamó y pidió que creáramos algo. Surgió esa idea de que la mejor
manera de acabar con el prejuicio es usándolo”, dijo Guga Ketzer, socio y vicepresidente
de creación de la agencia Loducca, responsable por esta campaña que envuelve
Neymar, a quién auxilia en términos de imagen. Campaña que, además, Ketzer
intenta revestir con otro nombre, más digerible, denominándola “movimiento”.
Camisa vendida a 30 dólares |
Quizás, incluso, basándose en una
idea del movimiento negro. Según él, la campaña creada por la agencia, junto
con el staff de Neymar, no tiene matiz publicitario, pues no vende nada. Bueno,
pero es exactamente ese el principio de las agencias de publicidad que conocí
bien por trabajar en el área por más de 13 años: vender algo mientras se hace
pasarlo como un favor. Es claro que están vendiendo la imagen de su cliente
como el niño-publicidad antirracismo en el Mundial, puesto que este viene
siendo ampliamente divulgada bajo el mote “Mundial Contra el Racismo y Por la
Paz”. Yo, seguramente, aplaudiría la actitud de Neymar y de su padre si, en
lugar de buscar una agencia de publicad (habrán pagado por la campaña,
recibieron, o fue mediante el intercambio de visibilidad?) hubiesen buscado
instituciones o personas que entienden de lucha anti-racista. O si usaran su
prestigio para poner la agencia a servicio de esas instituciones. Porque lo que
se vio fue una case de gran alcance, con un resultado extremadamente dañino
para quién lleva la lucha en serio y no solo en la época en que esta tiene
visibilidad.
El activista Douglas Belchior lo
explica: “El racismo es algo muy serio. Vivimos en Brasil una escalada
asombrosa de violencia racista. Ese tipo de postura y reacción despolitizadas y
alienantes de deportistas, artistas, formadores de opinión y gobernantes tiene
un objetivo claro: escamotear el real significado del racismo que genera desde
bananas en campo de fútbol hasta el genocidio negro que sigue en todo el mundo”.
Así es. Es esa la actitud
despolitizada de la agenciad de publicidad de Neymar, comprada por millares de
personas a quienes el racismo dice muy poco, porque no los hiere directamente,
que genera “conceptos” y seguridades así, dichas por su socio y vice-presidente
de creación: “descubrimos que la mejor forma de combatir el racismo sería
ridiculizar los racistas”. O sea: ese bando de negros incompetentes, hace
siglos intentar crear aquí y allí una manera de combatir el racismo, aun no se
habían dado cuenta de la modernísima técnica de ridiculización de la cual son
víctimas casi diariamente. O aun: “Es una manera brasileña de tratar el asunto.
Hay algún problema? Entonces dámelo que me lo comeré (…) es una cosa bonita”.
Es lindo, de hecho, ver otro blanco diciendo quién es brasileño y quién no,
porque muchos movimientos negros, en los cuales actúan brasileños, quieren no
engullir el racismo. Pero ese, según Ketzer, es nuestro destino: “como cuando
somos niños y sufrimos un apellido. Si te incomodas mucho con él, seguro queda,
por eso nuestra idea era la de no rehuir la pelea, encarar la polémica y
engullir el problema”.
De verdad, me quedo preguntándome
si ya había sido combinado antes que el próximo jugador víctima de una banana
iría comerla -efectivamente, ello se comprobó algunos días después, N. del T.-,
porque me parece todo orquestado. Puede ser paranoia mía, claro, pero ese discurso
de engullir parecía estar ya listo… y haya garganta y estómago. Que no son los
de Ketzer, claro. Porque, para esa campaña, él solo presta el cerebro, para resolvérnoslos
a nosotros todo y de una vez: “La mejor manera de acabar con el prejuicio es
quitar la palabra. De ahí vino la idea de crear un ícono para expresar eso, que
es la persona comiendo banana.”
Eso es, gente, simple y directo.
Lean nuevamente: la mejor manera de acabar con el prejuicio es quitar la
palabra. De ahí la idea de crear un ícono para expresarlo: la persona comiendo
banana. No se puede siquiera reírse de ese concepto porque el caso es grave.
Millares, quizás millones de personas compraron la idea de que están haciendo
algo relevante y decisivo para la causa antirracista exhibiendo sus fotos
comiendo banana. Habrá Ketzer preguntado a sus funcionario negros (sí, ellos
siempre son llamados para validar una actitud del patrón blanco, en una versión
corporativa del “tengo amigos negros”) qué les parecía la idea?
Ideas… recientemente participé de
una reunión con la presidenta Dilma. Fuimos convocados prácticamente de un día
para el otro, mediante la SEPPIR (Secretaria para la Promoción de la Igualdad
Racial, que tiene status de Ministerio desde el 2002, N. del T.) sin saber muy
bien el motivo. Lo que nos fue pasado es que la presidenta estaba convocando
una reunión con activistas de los movimientos negros. Solo eso. Sobre qué
ocurrió allá, dejo los textos de Douglas Belchior y de Ana Paula Magalhães
Pinto..
Entonces también pensé en
escribir algo, pero confeso que otros escritos e incluso una esperanza de que
las cosas tomaran otros rumbos adiaron mi idea. Porque, en el fondo, realmente
quería yo creer que el Mundial podría ser una oportunidad para hacer un trabajo
interesante contra el racismo. Hubo la promesa de nuevas reuniones y de que
participaríamos activamente en la elaboración de la campaña que se estaba
gestando. Si tales reuniones ocurrieron, no lo sé. Y tampoco creo que iría,
porque salí de la reunión sintiéndome mal, pensando en las barbaridades que han
sido hechas para que el Mundial ocurra. Pero esta campaña de Neymar, apoyada
por Dilma, me hizo decidir de vez que, si hay “Mundial contra el racismo”, soy
oposición. Del Mundial y de la campaña. Quiero dejar claro que sigo dando todo
mi apoyo a la SEPPIR, que viene realizando un excelente trabajo dentro de las
condiciones más desfavorables, pero creo que es un absurdo que sea tratada como
mera coadyuvante en esta jugada mercadológica de la presidencia y del
Ministerio de Deportes. ¿Va haber campaña contra el racismo en el Mundial? Que
la articulación sea de la Secretaria para la Promoción de la Igualdad Racial, y
no del Ministerio de Deportes.
La idea que oímos en aquella
reunión, de la presidenta Dilma, es la de que el slogan adoptado será “Mundial
contra el Racismo y por la Paz”. Me pregunto qué racismo y qué paz, porque tal
y como va la articulación de uno y otro, están quedándose en las manos de
jugadores, directivos y figuras mediáticas oportunistas y alienadas que nunca
se interesaron seriamente por el asunto. Y de la Policía Militar, de las
Fuerzas Armadas y mercenarios extranjeros. Me atengo aquí a hablar solo de
racismo, asunto por el cual me siento mejor informada. A esa altura del
campeonato, algunos de los personajes que tenemos en campo son:
- El Ministerio de deportes,
encabezado por Aldo Rebelo. Según la presidenta fue suya la idea de
combatir el racismo y proclamar la paz, mediante videos con personalidades
brasileñas y extranjeras que serían exhibidos en los estadios, antes de los
partidos. Sería de él también la idea de poner jugadores en campo, cargando
flámulas contra el racismo y por la paz. O sea, nada nuevo en el front, ni nada
que salga del padrón ‘para turista’. Y mira que, en 2013, él y la ministra de
la SEPPIR, Luiza Bairros, se habían reunido para discutir proyectos para el
Mundial:
“destacamos la demanda de la
creación de oportunidades para emprendedores negros y negras y también de la creación
de observatorios de discriminación, una idea que surgió en Bahia y que
pretendemos esparcir por todas las ciudades-sedes del Mundial 2014”, resumió
Luiza Bairros y añadió: “Paralelamente a eso, en el caso específico del
Mundial, el observatorio también puede prever la realización de fiestas
populares, de modo que podamos, en todos esos lugares, aprovechar la inclusión
efectiva de artistas y grupos culturales populares”.
Me parece que las sugerencias de
la Ministra no fueron oídas. Incluso, me parece que Rebelo se olvidó
completamente de esa reunión, porque dijo a la presidenta Dilma que la idea de
hacer algo contra el racismo durante el Mundial había sido suya. Interés que
suena, como mínimo, contradictorio con su trayectoria en relación a los
intereses de la población negra. O en completo acuerdo con su actitud de no
oírnos cuando buena parte de los movimientos negros estaba combatiendo la
presencia de racismo en Caçadas de Pedrinho, libro infanto-juvenil distribuido
por el gobierno, estuvo en contra.
Denunciábamos el racismo que
denominaba como macaca de carbón a la personaje Tia Nastácia. Mírenlo bien:
macaca. Término al cual solo ahora él pasó a ver un problema. Rebelo es gran
defensor de Monteiro Lobato (escritor infanto-juvenil cuya obra es considerada
como patrimonio nacional incluso por importantes sectores ‘progresistas’, N.
del T.), racista que lamentaba, entre otras cosas, el que no hayamos tenido en
Brasil una Ku Kux Klan: “país de mestizos dónde el blanco no tiene la fuerza
para organizar una Kux-Klan es país perdido para altos destinos (…) un día se
hará justicia a KKK, tendríamos entonces una defensa así, que mantiene al negro
en su lugar y así estaríamos libres de la peste de los medios cariocas-
mulatito haciendo el juego del gallego y siempre demoledor, porque el mestizaje
del negro destruye (sic) la capacidad constructiva”.
Es Lobato que Rebelo homenajea al
proponer el Día del Saci, que Rebelo quería como mascota del Mundial.
O sea, estamos bien con este
propósito de acciones contra el racismo, ¿no?
El padre de Neymar, quién
encomendó la campaña, debe haber aprobado al ministro también. Entiendo y me
solidarizo con el dolor de un padre que ve su hijo ser objeto de racismo.
Principalmente cuando este hijo no se ve como negro, como Neymar. Pero los
ataques racistas contra él ya ocurrieron hace algún tiempo. ¿Solo ahora se
tornó algo importante? Parece que sí, como si fuera oportunismo o una suerte de
ganas de revanchismo frente a la crítica que Neymar recibió por participar en
el video-clip de los
macacos de Alexandre Pires.
La presidenta Dilma, de quién nos
gustaría ver mucho más empeño en causas importantes para la población negra,
como las descritas en el mencionado texto de Douglas Belchior, apoya esa
campaña de la Loducca y aun escribir un Twitter que peligrosamente resbala en
la retomada de la idea de la “democracia racial”: “mostraremos que nuestra
fuerza, en el fútbol y en la vida, viene de nuestra diversidad étnica, de la que
nos sentimos orgullosos #CopaSemRacismo”.
No, el mundial no será sin
racismo. A menos que nos sorprendamos todos con las recién descubiertas propiedades
antirracistas de la banana. Nuestro bueno y viejo racismo seguirá durante y
tras el Mundial, quizás solo no se manifiesta durante los partidos. Nos
encantaría ser oídos y respetados más allá de las exigencias de la FIFA. ¡Racismo
es crimen! Es muy sintomático la impunidad de ese crimen, peligrosa e
inaceptable -resaltémoslo: inaceptable- que una jefa de la nación apoye una
campaña que, en lugar de pedir punición para un crimen del cual muchos
brasileños son objetos todos los días, incentive el consumo de bananas. ¿La
dignísima presidenta tiene noción de lo que hizo? Racismo en Brasil es crimen,
presidenta. No-afianzable. Imprescriptible. ¡Crimen! Años y años de lucha de
los movimientos negros para que el racismo sea considerado crimen, país que con
tantas dificultades duda en admitirse racista, todo se va por las bordas cuando
una presidenta cree que está bien ‘punir’ criminosos -resaltemos: criminosos-
con la “respuesta osada y fuerte” (palabras suyas en Twitter) de comer banana.
Que ella desmonte los sistemas judiciales y penales e instale haciendas de
bananas por todo el país, pues. De preferencia unos negros realizando el
trabajo de plantar, cosechar, recoger y comer. Fiscalizados, claro, por el
Ministerio de Agricultura, como en la época de la esclavitud.
Habrá aun tiempo para intentar
esa estrategia durante el Mundial? Y exportar la tecnología innovadora para
todos los países participantes que también luchan contra el racismo? Veamos
Luciano Huck, gran oportunidad de inversión! Porque él viene corriendo por la
lateral del césped:
- Luciano Huck (popular
presentador de televisión, N. del T.), quién parece haber sido importante en la
propagación de esa campaña, con sus millones de seguidores en Twitter.
Intentando ganar dinero con el dolor ajeno, puesto que su familia rubia nunca
fue objeto de racismo, estampó velozmente la banana de Andy Warhol (¿o quizás
la camisa ya estaba lista, así como la campaña, esperando la oportunidad?) y se
apropió del mote publicitario, vistiendo dos modelos blancos para reírse de
nuestra causa y vender camisas a 30 dólares, en una sección que se llama
“Camisas del bien”.
Me da escalofríos por todo el
cuerpo cuando escucho el término “del bien” asociado a cualquier cosas
relacionada al racismo, puesto que, si ustedes no lo saben “ciudadano del bien”
era el nombre del principal periódico publicado por la Ku Klux Klan. Ellos que,
bajo sus capuces, se creían ciudadanos del bien. Huck, probablemente, así como
buena parte de los que adhirieron a esa campaña que incentiva la impunidad de un
crimen, debe así considerarse. En la lucha contra el racismo, armadas con una
banana justiciera.
De la misma manera cómo cualquier
cosa dicha tras “no soy racista, pero…” es racista, esa campaña lo es, intentan
empujárnosla diciendo que no. Esa campaña es vacía, burra, rasa, oportunista,
irrespetuosa, criminal. Refuerza estereotipos y barra el diálogo, de ahí su
éxito, ya que nadie quiere de hecho envolverse mucho con el asunto. ¿Te sientes
ofendido porque adheriste y te pareció lo máximo? Anda a pelearte con Loducca,
con el padre de Neymar, con Neymar, con Huck, con la presidenta Dilma, con las personas
que nunca llevaron en serio el intento de diálogo con los movimientos negros
que están, hace décadas, intentando establecer. Si hubiéramos logrado este
diálogo, una de las cosas que podríamos percibir es la dificultad de vaciar la
simbología impregnada en un ícono racista. La banana es un ícono racista, usado
por racistas para insultar como monos a los negros. no es un publicitario que,
de un momento a otro, va a declarar que ella no es ya un ícono racista. Ese
pensamiento mágico ya fue intentado durante muchas décadas con la democracia
racial. Sabemos que no funciona, y bananas tiradas al césped, gente imitando
macacos aun están ahí para probarlo. Haciendo una comparación muy baja y algo
falla, lo sé, pero necesaria para poner las cosas en perspectivas, pensemos si
Huck tendría valor de vender camisas estampadas con la suástica, porque un
publicitario y un jugador de fútbol dicen que, de un momento a otro, comprar
biscochos en forma de suástica y fotografiarse comiéndolos es la mejor manera
de resignificar ese símbolo y transformarlo en su contrario, borrando su
historia y acabando contra el racismo anti-judío. Me gustaría verlo.
Lo que ocurrió en campo con Dani
Alves (a quién presto toda mi solidaridad) podría haber provocado una discusión
productiva, no hubiese sido vaciada por esa campaña infeliz y hubiera sido
seguida, principalmente por su parte, de un discurso algo más consciente y
consistente. Es palpable la falta de preparo de la mayoría de nuestros atletas
para lidiar con el racismo cuando nos enteramos, por ejemplo, de la actitud
(esta sí) de los jugadores de baloncesto de Los Angeles Clippers, quienes
protestaron contra las declaraciones racistas del dueño del equipo, reuniéndose
en el centro de la cancha, antes de un partido, retirando sus uniformes y
usando las camisas al revés ocultando el logo del equipo.
En realidad, nos da vergüenza
compararlos y en EEUU racismo siquiera es crimen. Más vergüenza cuando sabemos
de la actitud de Obama que fue a público condenar una actitud increíblemente
ofensiva y racista: “Tenemos que, constantemente, estar atentos a las
manifestaciones racistas que nos dividen más de lo que resaltan nuestra
diversidad como fuerza. Los EEUU siguen luchando contra el legado de la
esclavitud y de la segregación, que aun está ahí, los vestigios de la
discriminación (…) Creo que tenemos que ser claros y firmes en denunciarlas”.
Mientras, tenemos una presidenta
que se presta al rol de aplaudir internautas que bailan sobre nuestros dolores,
involucionan nuestras luchas y comen banana. Porque ella cree que resaltar
nuestro origen común primate hará con que racistas, que siquiera asumen serlo,
dejen de ser racistas. A vísperas de un Mundial en el cual quiere mostrar al
mundo que somos modelo de combate al racismo.
Si nosotros no queremos pasar aún
más vergüenza, ni digo como nación, pero como seres pensantes y actuantes en
causas que nos son caras (racismo y paz, además de otras), esta es más que la
hora de tomar la dirección de esa campaña. Con fuerza. Porque no nos podemos
fiar de quienes están en el comando, fingiendo que piensan el problema, que se
preocupan o lo resuelven, mientras solo lo empujar bajo la alfombra. Que tal
pensar una campaña paralela, realista, denunciatoria y que eleve el nivel de
esa discusión?
Traducción: Danilo
Assis Clímaco
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