miércoles, 21 de febrero de 2018

Intervención militar en Rio de Janeiro: la vieja política retoma la hegemonía conservadora

Danilo Assis Clímaco


Marinho (presidente de la Globo): Nos dijeron que usted no estaba contento con parte de nuestros posicionamientos. (silencio prolongado). ¿Usted tiene algo que decir, presidente?
Temer (ilegítimo presidente): No, quienes pidieron la reunión fueron ustedes.
(Anécdota que a Temer le gusta repetir, sobre su última reunión con Marinho)


Foto publicada por la Folha de São
Paulo, 21 de febrero de 2018
A costa de la vida de las gentes más pobres y menos blancas del país, la intervención militar -o “intervención federal sobre la seguridad pública”, dirigida por un general- en Rio de Janeiro es testimonio de una importante reorganización de las fuerzas conservadoras en Brasil. Entre mayo y septiembre del año pasado, una parte mayoritaria del empresariado, del sector judicial y de los medios de comunicación (con Globo a la cabeza) buscaron obligar a Temer a renunciar, con lo cual se desharían de los costos financieros y morales de sostener a un grupo extremadamente visible de políticos corruptos. En junio hice un diagnóstico de la situación que se puede leer aquí.

Temer & Cia llevaban todas las de perder, puesto que había audios suyos autoincriminándose y filmaciones de intermediarios recibiendo maletas de dinero. Sin embargo, con la ayuda del más influyente juez del país, Gilmar Mendes, lograron además de resistir, invertir las posiciones. Algunos de los que habían incriminado a Temer (los multimillonarios empresarios del grupo JBS, líder mundial en el mercado de carnes) han ido a parar a la cárcel y parte del sector judicial que los apoyó fue desmoralizado, incluido el ex Procurador General. Los demás grupos que buscaban forzar a Temer a renunciar han debido asumir la derrota y aceptar un nuevo e indeseado pacto. La Globo había apoyado al gobierno Temer de manera directa hasta el 17 de mayo, cuando divulgó los audios en que éste se autoincriminaba y solicitó explícitamente su renuncia. Ahora tiene que retractarse dentro de lo posible y sumarse a la estrategia conservadora trazada por Temer, Mendes e integrantes del Ejército.

La intervención militar es una estrategia simbólicamente muy apelativa, pero también de riesgo: el ejército impone respeto, pero como el mismo jefe de las fuerzas armadas ha reconocido, carece de formación para interactuar con la población. Los errores en que incurren los soldados no son menores y cobran sus costos también en vidas humanas, además de que toda la institución castrense queda expuesta a ser cooptada por el supuesto enemigo, es decir, el narcotráfico (vide México). Por ello, una intervención semejante solamente es posible si cuenta con total compromiso de los medios de comunicación, maximizando los factores positivos de las acciones militares y ocultando las deletéreas. De ahí que se pueda afirmar que la intervención militar es el sello de un nuevo pacto entre los medios de comunicación y los políticos conservadores tradicionales. Unos y otros se comprometen por un período no sólo prolongado, sino de importancia política fundamental: el de las elecciones presidenciales de octubre, en las que se debe impedir a todo costo una victoria de la izquierda.  Ello amenazaría el monopolio de los medios de comunicación, las reformas económicas y la impunidad de los integrantes del actual gobierno, el más corrupto de la historia.

Dado el contexto que permitió la intervención, indaguemos sobre sus objetivos, considerando algunas de las numerosas hipótesis explicativas que ha levantado la izquierda, no sin desconcierto:

1.      Programar el fin de la “Era Lava-Jato”.
Desde las primeras prisiones decretadas por la Lava-Jato, a finales del 2014, Brasil entró en un proceso vertiginoso alrededor de una lucha teóricamente general contra la corrupción, pero que en la práctica buscaba el Impedimento/Golpe a Dilma y a la candidatura de Lula a la presidencia en este 2018. A cada dos o tres semanas surgía una noticia bombástica -frecuentemente falsa total o parcialmente- que incendiaba el sentimiento de indignación de las clases medias contra los políticos en general, pero sobre todo contra el PT. La tensión es enorme, las expresiones de odio en internet y en la calle (1) en contra de las izquierdas muy recurrentes. Sin embargo, en la tarea de alcanzar al PT, casi todos los políticos capitalistas liberales terminaron por ser incluidos como acusados en investigaciones de la Lava-Jato. Para que sean absueltos o sus investigaciones anuladas, sin que se evidencie el bies de los medios de comunicación, se hace necesario desviar el foco de atención, por lo que se prepara el terreno para que la Lava-Jato salga de escena tras la prisión de Lula, que según el guion conservador debe ocurrir en abril. La guerra contra la corrupción en general y contra la del PT en particular dejará su lugar a la guerra contra el narcotráfico en general y contra los traficantes de mediano porte en particular, con lo cual el espíritu de indignación cultivado en esos últimos años no se extinguirá pero se trasladará a otro rubro.

2.      Dar un sentido al gobierno Temer en el 2018.
El ilegítimo presidente cumplió con eficacia casi todas las tareas que le fueron encargada por el empresariado -entre ellas, comprometer por 20 años los gastos en educación y salud y derribar derechos del trabajador consolidados en la década de 1940-. Le faltará sin embargo una de las más importantes: la reforma del sistema de pensiones que pondría una inédita edad mínima para la jubilación (en un país dónde la mayoría trabaja desde la infancia), puesto que los diputados no quieren poner en juego su reelección a finales de año aprobando una medida tan impopular. Así, la intervención militar es también una mera excusa para la permanencia de un gobierno que ya cumplió sus objetivos posibles.

3.      Alcanzar apoyo mediático para sí, para su círculo y/o para los militares
La impopularidad de Temer es insalvable, nadie lo contempla como candidato a la presidencia, aunque quizás su delirante círculo íntimo le haya convencido de lo contrario. Pero algunos de sus ministros, notoriamente el de economía, Henrique Meirelles, podría intentar sucederlo, así como algunos de los militares próximos al presidente. El sentimiento de indignación en contra de la política tradicional, que conlleva importantes rasgos fascistas, abrazaría de buen grado un outsider que vociferara por una severa represión ante el crimen.

4.      Ensayo represivo ante posibles manifestaciones en contra de la prisión de Lula y/o de manifestaciones en contra de las medidas del gobierno.
Rio no es el Estado con mayor violencia del país, por lo que su militarización puede deberse a la capacidad de movilización popular que existe en el Estado. No es lo más probable, pero la prisión Lula podría provocar protestas radicales, por lo que el ejército actuaría como elemento intimidatorio. También cabe prevenir la indignación frente a probables impugnaciones de candidaturas de la izquierda a la cámara, al senado o a gobiernos estaduales.

5.      Reducir el número de facciones traficantes en Rio y/o subordinarlas al “PCC”
Alexandre de Moraes, exministro de justica del actual gobierno y hoy bajo la influencia de Temer y Gilmar Mendes en el Supremo Tribunal Federal, ya defendió como abogado a Transcooper, empresa asociada al “Primer Comando de la Capital” (PCC), el más grande grupo narco del país. En diferentes momentos de su vida pública, Moraes tomó decisiones favorables al PCC. Pero es notable que, pese a tener presencia en casi todos los estados de la república, el PCC no tenga presencia significativa en Rio. En esta ciudad hay un gran número de grupos narcotraficantes, históricamente enfrentados, suponiendo un rompecabezas difícil de enfrentar. Reducir el número de grupos, para ponerlos o no bajo la influencia del PCC, podría ser uno de los resultados buscados. En ambos casos, los grandes controladores del tráfico tendrán mayor facilidad para incrementar sus ganancias. Pero ¿quiénes serán las cabezas del tráfico en Brasil? Podrían ser nombres tan importantes como Zezé Perrella, senador que tuvo un helicóptero de su familia arrestado con 445 kg de pasta básica de cocaína, o el actual ministro de agricultura, y el mayor soyero del mundo, Blairo Maggi, de cuya hacienda salió un avión que luego fue arrestado con653 kg de cocaína. Nada de ello fue investigado.

Otro hecho importante, que es algo más que anedóctico: en el carnaval terminado hace una semana, quedó en segundo lugar en Rio de Janeiro una escuela de samba que denunció la re-esclavización contemporánea del pueblo brasileño. Uno de sus coches alegóricos traía a un vampiro -como cariñosamente es llamado Temer por sus enemigos- con la faja presidencial. Fue el tema más comentado de todo el carnaval y los medios de comunicación y articulistas conservadores se quedaron nítidamente incomodados. La escuela quedó en segundo lugar y participó el último sábado en el tradicional “desfile de las campeonas”, sin embargo, impidieron que el Vampiro usara la faja presidencial. Censura nada sutil.


(1) Por poner ejemplos muy próximos: en marzo del 2016, en un evento tan ajeno a la política, el show de Iron Maiden en Brasilia, escuché a cerca de 10 mil personas empezar de la nada a gritar “Eh, Dilma, que te den por el culo”. En la misma semana, mi hermano había visto en la ciudad vecina de Goiânia, una manifestación de decenas de personas en un centro comercial en contra del PT. A otro amigo le rompieron un vidrio del coche por llevar una pegatina de otro partido de izquierda.

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