Danilo Assis Clímaco
15 de junio del 2017
Gilmar Mendes siendo aplaudido por Michel Temer |
La semana pasada, el Tribunal
Superior Electoral (TSE) ofreció lo ridículo como espectáculo. Entre martes y
viernes, la población brasileña se avergonzó a diario por lo que ya sabían que
iba a ocurrir: la absolución de la plancha Dilma-Temer de la acusación de
crimen electoral, pese a que el juicio había sido diseñado para condenarla. El
principal responsable fue Gilmar Mendes, presidente del TSE, quién hace tres
años puso en marcha una estrategia llena de irregularidades para destituir a
Dilma del cargo de presidenta, como alternativa, en caso de fracaso de la
estrategia del Golpe mediante impeachment parlamentar. Como ésta prosperó, fue
necesario que Mendes absolviera a un antiguo aliado, Michel Temer, el Ilegítimo.
Toda una serie de indicios de crímenes que habían sido levantados por la
investigación orquestada por Mendes debieron desmentirse, puesto que el
encargado de relatar el caso, el juez Hernam Benjamín, se impuso la tarea de
afirmar el guion original y exigirle a Mendes desdecirse punto por punto. De
forma no tan sorprendente, Mendes pareció disfrutar el exponer su incoherencia,
orgulloso de que Brasil viera, una vez más, el poder de su arbitrariedad en
todo su esplendor.
Un manejo tan cínico de las
leyes no es novedad. Lo sorprendente es que no sólo no fuera encubierto, sino divulgado
por todos los medios, la Globo principalmente. La clave que debemos buscar para
comprender lo ocurrido está en el desencuentro entre los intereses que
defienden Globo y Mendes. De un lado, el imperio comunicativo que, aun teniendo
dificultades para hacer frente a la era del internet, tiene una capacidad
insuperable para direccionar la auto-percepción de la nación. Del otro, el hijo
de una familia terrateniente de Mato Grosso, el Estado brasileño cuyas
haciendas más utilizan agrotóxicos y mano de obra esclava. Mendes se hizo
abogado en Brasilia, se doctoró en Alemania y desde la década de 1990 se
aproximó al principal partido liberal del país, el PSDB. Logró tal importancia
que, en su último año como presidente, el 2002, Fernando Henrique Cardoso lo nominó
para la mayor corte del país, el Supremo Tribunal Federal (STF).
El amplio tránsito adquirido
entre los partidos conservadores proveyó a Mendes una comprensión política de
la que carecen casi por completo sus compañeros del STF, con lo cual adquirió
una capacidad de influencia en todo el sector judicial, la que a su vez le
permitió ampliar la que ya tenía en el ámbito político. A mediados de la década
pasada se transformó en el más importante operador político de la derecha, con
total respaldo de la Globo.
Los orígenes de la discordia empezarían
con la Lava-Jato, la amplia investigación sobre las relaciones entre las
grandes constructoras nacionales y la Petrobras, iniciada en el 2014. Todos los
indicios apuntan a que el núcleo duro de la Lava-Jato tiene un objetivo
eminentemente político y totalmente alineado, entre la Globo, Mendes y el
empresariado nacional e internacional, para: responsabilizar el PT por el
sistema de corrupción -pese a que es notorio que haya sido creado por el
gobierno militar hace casi 50 años- y permitir el regreso al gobierno de los
partidos directamente alineados con el capital internacional. Por ello, pese a
que la investigación mostraba que los partidos conservadores eran los principales
beneficiarios del esquema de corrupción, la Lava-Jato los encubrió tanto cuanto
pudo. La proximidad de muchos de los investigadores de la Lava-Jato con el PSDB
es notoria y muchos de ellos defendieron públicamente el voto a su candidato,
Aécio Neves, en las elecciones del 2014. Una parte minoritaria de la Lava-Jato,
sin embargo, no se encontraba a gusto con este proteccionismo político y
buscaba ampliar la investigación hacia los partidos neoliberales opositores al
PT.
Gilmar Mendes percibió lo que
ocurría y ofreció un apoyo parcial a la Lava-Jato. Sabía que era imprescindible
para provocar manifestaciones callejeras en contra del gobierno de Dilma, necesarias
para legitimar el Golpe. Pero también percibía que iba a ser imposible blindar
a los sectores políticos conservadores por mucho tiempo. Las fuerzas de la
Lava-Jato se harían incontrolables y el trabajo de amortiguarlas sería arduo y
antipopular. De esta forma, Mendes ensayó algunas críticas al proceder de la
Lava-Jato desde sus inicios, sobre todo denunciando sus más notorias
ilegalidades: la extensión indefinida de prisiones preventivas como forma de coaccionar
a los encarcelados a delatar para la condenación sin pruebas cabales que
confirmaran los crímenes delatados.
Con la llegada de Temer al
poder, Mendes se irguió como el principal costurero de las alianzas políticas y
judiciales que pudieran blindar al gobierno y sus ministros más próximos -todos
ya citados reiteradamente en la Lava-Jato-, comprando el silencio de la prensa
mediante la promesa de aprobar leyes que supondrían una pérdida inédita de
derechos en beneficio del empresariado nacional e internacional.
Entonces ocurrió lo que se
intuía. Un grupo de la Lava-Jato de Brasilia, crítico al blindaje a los políticos
conservadores, organizó un acuerdo de delación con los dirigentes de uno de los
mayores patrocinadores de todos los partidos políticos, la empresa de productos
cárnicos JBS. Desesperados con la posibilidad de ser encarcelados, los dueños
de la empresa se dispusieron a grabar al mismo presidente de la República, así
como al presidente del PSDB y excandidato a la presidencia del país, Aécio
Neves. Lograron sacar del primero la anuencia para que siguieran pagando una
mensualidad que callara a uno de los más influyentes políticos encarcelados por
la Lava-Jato. De Neves grabaron conversaciones que describían de modo
inequívoco la entrega de 2 millones de reales, siendo que el presidente del
PSDB llega a decir sobre quién vendría a recibir el dinero “debe ser uno a
quién matemos antes que delate”
Aun no se sabe bien quién
organizó la delación de la JBS, pero se sabe que fue preparada por integrantes
de la Lava-Jato sin el conocimiento de sus superiores y que el conjunto de sus
resultados -incluido las grabaciones bombásticas de Temer y Neves- fueron
divulgadas el 17 de mayo por la propia Globo, quién tampoco parecía saber qué
estaba ocurriendo hasta la víspera. Solamente un repórter de Globo estaba por
dentro de los meandros de la operación. Todos los demás estaban visiblemente
sorprendidos, tartamudeando al pasar la información e incluso defendiendo a
Temer. Solo al día siguiente habría la acostumbrada homogeneización de los
informadores del imperio comunicativo: todos contra Temer, en un trabajo intensivo
de denuncias con el objetivo de que el presidente renunciara ya el 18 de mayo.
Pero ello no ocurrió. Probablemente asesorado por Mendes, el presidente denunció
que la grabación había sido editada y que jamás renunciaría. Inició, asimismo,
una contraofensiva, buscando investigar los integrantes de la Lava-Jato que lo
acusan, así como a los procuradores y jueces que los sustentan y a los
empresarios delatores de la JBS.
Globo hizo un cálculo
político que resultó inexacto. Quizás se vio obligada a ello, puesto que JBS es
una de sus principales anunciantes. En todo caso, ya no puede volver atrás y
mantendrá la línea política anti-Temer. La mayoría de los medios secunda a
Globo -con la importante excepción de O Estado de Sao Paulo, que mantiene un
firme apoyo al presidente-. El Supremo Tribunal Federal parece, por primera vez
en mucho tiempo, haberse liberado parcialmente de Mendes y seis de sus 11
integrantes deben apoyar a la Lava-Jato en las sucesivas votaciones que
ocurrirán en aquella casa. Otros integrantes de las diferentes instancias
judiciales también se alían con la Lava-Jato y son brindados con el
reconocimiento público que les ofrece Globo. La opinión pública mantiene muchas
esperanzas en la operación investigativa y solo un 3% apoya al presidente.
Pese a tan desventajosa
situación, Mendes y Temer se prepararon para resistir. Para ello, tienen cuatro
grandes bazas: a) el relativamente corto tiempo para las nuevas elecciones presidenciales
-15 meses-; b) el hecho de haber avanzado significativamente con la enorme pérdida
de derechos que requería el empresariado nacional e internacional, patrocinadores
del Golpe; c) su capacidad de gestionar distintos negocios delictivos, manteniendo el apoyo de muchos grupos políticos que temen perderlo todo con el cambio presidencial;
y d) son una esperanza de destrucción de la Lava-Jato, que pese a ser apoyada
públicamente por todos los políticos, empresarios, jueces y medios, es temida
profundamente por todos, incluso, si no más, por los que sustentan la posición
anti-gobierno de Globo. La posibilidad de terminar tras las rejas y pagar miles
de millones en multas, causa pánico. Los avisos de Dilma sobre los peligros en
los que incurrían quienes rompían el acuerdo democrático para derribarla suenan
hoy como una maldición profética. Que un empresario viera como única opción
grabar al presidente del país -aun uno tan ilegítimo- no es baladí. Tampoco lo
es que Globo rompiera súbita y unilateralmente su antiquísima relación con
Aécio Neves y Michel Temer, presidentes de los más grandes partidos
conservadores del país. No hay seguridad sobre el futuro inmediato de nadie, no
hay confianza en ningún aliado. La derecha está enfrentada como nunca y carente
de un horizonte de recomposición. Esta es la tremenda novedad y la razón del
espectáculo ridículo vivenciado por todo el país la semana pasada.
El futuro lo brindarán las
próximas denuncias. Muy probablemente, integrantes recién encarcelados del
círculo inmediato de Temer irán a acogerse al mecanismo de delación como forma
de disminuir sus penas. El contenido de estas delaciones podrá sepultar definitivamente
al ilegítimo presidente. Sin embargo, si Mendes y Temer logran antes denunciar
las tramoyas de sus más recientes adversarios, quizás puedan ser estos últimos
los penalizados: incluso el poder judicial y los medios, hasta ahora
preservados, empiezan a aparecer en las investigaciones. La destrucción de unos
solo puede ser evitada por la que sufran los otros. Cabezas muy importantes
rodarán los próximos meses.
Es un momento, por lo tanto,
propicio para las izquierdas. Con más problemas de los que quisiéramos vienen
organizándose, alrededor de la destitución inmediata de Temer, elecciones
directas en 90 días y la anulación de las reformas liberales aprobadas.
Sectores próximos al PT también dedican muchos esfuerzos para denunciar las
innumerables ilegalidades que se cometen en los juicios contra Lula. El PT, sin
embargo, es acusado por otros sectores de la izquierda de preferir ver a la
derecha desangrarse en este año para que Lula mantenga su favoritismo en las
elecciones del 2018. El PT lo niega rotundamente, pero lo cierto es que en la
izquierda también hay una falta de confianza difícil de sanarse. En todo caso,
la huelga del 29 de mayo tuvo gran participación popular y es probable que la
convocada para los días 27 y 28 de junio sean aún más fuertes.
Fora Temer!
Diretas Já!
No hay comentarios:
Publicar un comentario