por Ángel
Quintero Rivera | 26 de Junio de 2015 | 4:55 am
originalmente en http://www.80grados.net/anibal-quijano-y-puerto-rico/#identifier_0_28552
originalmente en http://www.80grados.net/anibal-quijano-y-puerto-rico/#identifier_0_28552
*Presentación del libro Aníbal
Quijano- Cuestiones y horizontes, auspiciado por CLACSO, Teatro Tapia, San
Juan, 26 de mayo del 2015.
Buenas
noches; les agradezco a todos el haber venido a acompañarnos a la presentación
de Aníbal Quijano- Cuestiones y horizontes; y a Marcia Rivera y
al Comité Ejecutivo de CLACSO por habernos convocado. Este acto reviste, a mi
juicio, una significación especial: por la importancia de su publicación, claro
está, pero también por el lugar escogido para su lanzamiento.
Son muchos
los colegas cuyo trabajo se ha desarrollado marcado por los análisis de Aníbal
Quijano, y que podrían muy bien hablar sobre este libro que presenta, desde
hoy, e hilvanadamente la trayectoria de su pensamiento: la maduración de
conceptos, perspectivas y acercamientos. Yo quisiera concentrar más bien, en la
significación del lugar donde estamos: es decir, indagar sobre las relaciones
entre Aníbal Quijano y Puerto Rico, pues más se conocen en Latinoamérica sus
escritos que la historia cultural y social-intelectual de este país tan
presente en sus vivencias, reflexiones y horizontes al punto que abierta y
repetidamente señalara él que de sus “identidades, boricua es una de las
más entrañadas”, es una cita (1999).
Pero
primero, compartiré con ustedes algunos apuntes sobre el significado de la
publicación: libro, que se puede accesar por Internet desde hace algunos meses
en la Biblioteca virtual de CLACSO. Aníbal Quijano- Cuestiones y
horizontes, con el largo subtítulo de De la Dependencia
Histórico-Estructural a la Colonialidad/Descolonialidad del Poder,incluye
27 escritos de Quijano publicados desde 1968 hasta el 2011. El editor los
agrupa en tres grandes vectores de preocupaciones bajo aún más largos
subtítulos que no repetiré, sino intentaré resumir. Para cada eje se sigue un
orden más o menos cronológico de los escritos. El primero agrupa trabajos sobre
la heterogeneidad estructural del patrón dominante de poder, iniciándolo una de
sus contribuciones “clásicas” a la literatura de la dependencia -“Dependencia,
cambio social y urbanización” (1968)- y concluyendo con uno de los escritos
fundamentales para el giro hacia el nuevo paradigma analítico de la
colonialidad: “Colonialidad del poder y clasificación social” (2000 – 2007). El
editor agrupa en el segundo vector los escritos más directamente dirigidos a la
praxis social frente a dicho patrón estructural iniciándose con el prólogo de
Quijano a la reedición por la bolivariana Editorial Ayacucho del clásico de
Mariátegui 7 ensayos de interpretación de la realidad peruana (1979) y
concluyendo con un ensayo sobre “El movimiento indígena y las cuestiones
pendientes de América Latina” (2005). Es el vector más empíricamente vinculado
a la política andina.
Finalmente,
el tercer eje agrupa ensayos sobre Cultura y poder, sobre el conocimiento y el
eurocentrismo, sobre procesos que atisban quebrar la cárcel de larga duración
de la colonialidad del saber. El primero de los trabajos en este eje recoge y
resume problemáticas étnico – culturales sobre las cuales había investigado
para su tesis de doctorado a mediados de los sesenta. Incluye más adelante uno
de sus trabajos más citados en los últimos años: su tempranamente “clásico”
“Colonialidad del poder, eurocentrismo y América Latina” que se publicó en un
libro de CLACSO editado por Edgardo Lander en el 2000. Y concluye interrogando
las posibilidades del concepto del “Bien vivir” de las luchas indígenas para
trascender el pantano de la diferenciación entre “desarrollo – subdesarrollo” y
la cárcel de conocimientos de la colonialidad (2011).
Escasamente
unos días atrás recibí de Aníbal un e-mail preocupado, o más bien escandalizado
porque al leer el programa de LASA había encontrado que recibiría una (y cito)
“distinción con el extraño nombre de life time achievement” y añade “me
inquieta que decreten como el final de mi trabajo”. Me lo imagino pensando que eso
se otorga a quienes anuncian su retiro, mientras tiene él tantos asuntos aún
por indagar, procesos que analizar, y proyectos que atisbar, sugerir y
propulsar.
Igual
podríamos describir a este libro. No se trata de una summa (en su
significado en latin) de su pensamiento o su obra, sino de un trayecto
hilvanado de sus preocupaciones, búsquedas y acercamientos; todo ello en
diálogo siempre con otros investigadores y analistas, con la realidad cambiante
y, por qué no, con sus propios trabajos previos. Recuerdo cómo hacia finales de
los 70 le pregunté públicamente a otro de los forjadores como Aníbal, de los
estudios de la Dependencia cuáles consideraba las principales modificaciones o
cambios en sus análisis desde la publicación de su libro más renombrado que
parecía se convertiría entonces en un “clásico” entre los “dependentistas”.
Amistosa, pero prepotentemente me contestó que su Dialéctica… (así
comenzaba el título) no había experimentado y no contemplaba que fuera a
experimentar cambios. Aquel libro está hoy casi olvidado. Por otro lado,
comparto con ustedes otra experiencia que tuve solo unos años atrás
participando como parte del jurado de propuestas de investigación para el
financiamiento de CLACSO. En las tres categorías de proponentes –jóvenes iniciándose
en la investigación social, investigadores probados de mediano renombre y seniors-
y provenientes de muy variados lugares del continente, los trabajos de Aníbal
Quijano, tan abiertos a sus elaboraciones y desarrollo, eran los más citados y
más utilizados para los marcos de acercamientos en la investigación y el
análisis.
Como bien
señala el prologuista, Danilo Assis Clímaco, desde los primeros escritos
incluidos Quijano analiza lo social asumiéndolo como una heterogénea totalidad.
En ese sentido, aunque abiertas al diálogo y al cambio, son muy coherentes sus
trayectorias y, para evitar repeticiones, sus escritos muy comúnmente refieren
a trabajos propios anteriores. Previo al libro que hoy presentamos, esto
resultaba problemático para los lectores, por lo difícil de conseguir escritos
previos citados aparecidos en distintas revistas o libros de diversos países.
Ahora el lector podrá encontrar muchas de esas referencias solo páginas atrás.
La edición
merece reconocimiento por la abarcadora recopilación y agrupación de escritos
(aunque los que hemos seguido la trayectoria de sus trabajos podemos echar de
menos que alguno que otro no se hubiera incluido). Pero además, merece elogios
el prólogo que los hilvana y la cuidadosamente trabajada bibliografía. Solo una
nota al pie de página quisiera añadir al respecto pensando en su posible
utilidad para la historia intelectual. La bibliografía muy correctamente agrupa
sus publicaciones cuando muchos de sus escritos circularon antes
ampliamente entre universitarios en fotocopias. Ello explica que solo entre el
1977 y 1982 la editorial Mosca Azul en Lima le publicara seis libros, muchos de
los cuales correspondían a escritos difundidos en formatos más “efímeros”
antes.
El primer
escrito en las Ciencias Sociales que la bibliografía consigna es un artículo –
obituario sobre C. Wright Mills (1962). Ello es muy significativo por muchas
razones que alargaría demasiado esta presentación discutir acá. Solo quiero
mencionar una para la argumentación que seguirá. Uno de los primeros libros de
C. Wright Mills –el tercero, concretamente, luego de introducir (con Gerth) los
escritos de Max Weber al público lector anglófono (en español se tradujeron
varios volúmenes mucho antes)1 y de publicar su investigación crítica
sobre el liderato sindical estadounidense por haberse incorporado al régimen-
su tercer libro, repito, justo mudándose a Nueva York e incorporándose a la
Universidad de Columbia, fue sobre Puerto Rico, o más bien sobre el nomadismo
boricua: The Puerto Rican Journey (1950) escrito en colaboración con
Clarence Senior (quien habría luego de dirigir el Centro de Investigaciones
Sociales de la UPR) y Rose Goldsen. Es el primer vínculo entre Quijano y Puerto
Rico que quería presentar. Con su trasfondo andino –de viejas civilizaciones
arraigadas a unos territorios- no estaba inicialmente en su consciente y
subconsciente este rasgo cultural que llevamos los caribeños a flor de piel,
habiéndose conformado el mundo popular nuestro precisamente en movimientos
masivos de población, como fue tan dramáticamente la trata. Habiendo
experimentado y compartido la vida diaria en Puerto Rico al menos en tres
ocasiones entre los setenta y noventa, cincuenta años después del The Puerto
Rican Journey de Mills escribiría Quijano en un ensayo del 1999 no incluido
en la antología: “La migración boricua a Estados Unidos, como la de todos los
caribes, de algún modo preludió la subversión cultural mundial que van
produciendo hoy las migraciones desde el mundo de la colonialidad hacia los
centros del poder mundial”.
Antes de sus
largas estadías boricuas de aquellos años, Quijano conoció a Puerto Rico a
principios de los sesenta, como parte de unos programas que pretendían
mostrarle a los latinoamericanos la ejemplaridad de la modernización
puertorriqueña a lo Weber: centrada en el reformismo modernizador de una
depurada burocracia racional (que denominan Administración pública); el
programa de “industrialización por invitación” (donde el capital foráneo no se
conceptualizaba como “extractor” -o explotador- sino como aliado, proveedor de
empleos y conocimientos manufactureros); servicios sociales tipo welfare
state; elecciones libres; y amistad y armonía con la “democracia” liberal
estadounidense. Nunca me lo contó hasta en una nota de pésame que me envió ante
la muerte de mi padre en 1992. Allí me confesaba haber tenido sus primeras
lecciones en lo que llamaría Arcadio Díaz Quiñones más tarde “el arte de
bregar”. Reevaluó unas políticas muy desacreditas entonces por la izquierda, de
aprender a lidiar con el Imperio. Admiró, me contaba, a mi padre (entonces en
la dirección del Ministerio de Educación) por esos titánicos pero muy sosegados
intentos de creativamente elaborar políticas educativas propias que
fortalecieran la democratización y las identidades en los intersticios de la
política colonial, frente nada menos que a la más poderosa nación imperial
desde mediados del siglo XX. Comenzaba a atisbar cómo era ser en Puerto Rico
latino-americano (con guión).
Bajo el
liderato de personas como mi padre, Puerto Rico había logrado desarrollar una
universidad moderna de calidad. Enriquecida en las humanidades con el
exilio de la derrotada República española: Juan Ramón Jiménez, Américo Castro,
Pau Casals… y en las Ciencias Sociales luego por latinoamericanos y
latinoamericanistas. Formaron parte de la Facultad en los 40 y 50 José Medina
Echaverría, Jorge Ahumada, Jorge Millas, los venezolanos Luis Lander (padre de
Edgardo y Piojo), y José Agustín Silva Michelena, entre tantos otros.
Como último
bastión del Nuevo Trato, el populismo modernizador muñocista atrajo desde
mediados de los 40 a científicos sociales de un novotratismo de
izquierda ávidos por estudiar y colaborar con el cambio social modernizador
democrático sin la “catástrofe revolucionaria” del derramamiento de sangre.
Así, muchas de las primeras investigaciones de antropólogos e historiadores del
“primer mundo” que serían más adelante muy importantes en el desarrollo de las
Ciencias Sociales latinoamericanas se llevaron a cabo en el Centro de
Investigaciones Sociales de la Universidad de Puerto Rico (CIS): Sidney Mintz,
Eric Wolf, Gordon Lewis y el andinista rumano John Murra, por ejemplo. Y ya con
importantes contribuciones en Brasil, Richard Morse. El paradigma analítico en
torno a la economía de plantación comenzó a tomar auge en el Caribe, con
paralelos evidentes al dependentismo:
Una estructura de producción –la plantación- era colocada en el tuétano del análisis social, y esa estructura productiva estaba intrínsecamente vinculada a la historia económica de la expansión colonial europea, y luego de los Estados Unidos. En la esclavitud racial americana y sus posteriores secuelas, el engranaje de la producción correspondía a su inserción en el mercado capitalista mundial, lo que generaba una continuada dependencia económica y subordinación política.
Pero esa
literatura, producida más por antropólogos que por economistas, colocaba la
cultura en el centro de sus indagaciones.
Los estudios
de la Dependencia concentraron en sus significados e implicaciones entre
economía y política. Las investigaciones de Quijano del fenómeno “cholo”,
preocupación incluso previa, pero publicada finalmente en el auge del boom de
los escritos dependentistas, incorporaban, como los estudios caribeños
de la plantación, la mirada desde (y la importancia analítica de) la etnicidad
y la cultura. Y aquí radica un segundo vínculo fundamental entre Quijano y
Puerto Rico. Sus investigaciones sobre lo cholo, un tanto obviadas en los
debates económico – políticos del dependentismo, encontraron resonancias
en la mulatería boricua, lo que dialécticamente reforzó en sus trabajos la
consciencia de su pertinencia.
Poco se ha
comentado que un buen número de los forjadores iniciales de los estudios de la
dependencia iniciaron sus investigaciones con trabajos sobre la esclavitud:
Ianni, Cardoso, Lucio Kowerick… Quijano. Pero mientras para la mayoría ello
constituyó un trasfondo inicial a las preocupaciones histórico – estructurales de
una desigualdad dependiente, solo en el trabajo de
Quijano las vivencias de
esas investigaciones de archivo siguieron estando en la médula de sus
teorizaciones, y la historicidad del constructo “raza” en piedra angular de su
interpretación del patrón de poder, las luchas sociales y la posible
emancipación del eurocentrismo. Como expresa en su trabajo más citado de los
últimos años:
Uno de los ejes fundamentales de ese patrón de poder es la clasificación social de la población mundial sobre la idea de raza una construcción mental que expresa la experiencia básica de la dominación colonial y que desde entonces permea las dimensiones más importantes del poder mundial, incluyendo su racionalidad específica, el eurocentrismo. Dicho eje tiene, pues, origen y carácter colonial, pero ha probado ser más duradero y estable que el colonialismo en cuya matriz fue establecido. Implica, en consecuencia, un elemento de colonialidad en el patrón de poder hoy mundialmente hegemónico. (p. 777)
Ahora bien,
¿cuál fue el papel de su experiencia en Puerto Rico en dicho desarrollo
conceptual?
En 1982 el
CIS logra que la administración universitaria le permita un programa de
investigador visitante y selecciona como primer invitado a Aníbal Quijano. Solo
habían transcurrido semanas cuando fallece el gran timbalero boricua Rafael
Cortijo, fundamental en la subversión musical de afrodescendientes en toda
Latinoamérica. Y en sus propias palabras:
“…la formidable experiencia personal que para mí llegó a ser refundirme entre la multitud de miles de “negro/as” (entre comillas, para que no se pierda la colonialidad de estos términos) que marchaban y cantaban en el entierro de Rafael Cortijo. Por primera vez podía sentir directamente lo que había sido apenas una sospecha prolongada durante casi tres décadas, desde cuando en los archivos peruanos preguntaba a los documentos coloniales, cómo hacían los esclavos “negros” para continuar viviendo, torturados, humillados y ofendidos, sin tregua y sin tasa…En el cortejo funerario del gran músico boricua, comencé a entender … que era el ritmo contra el sufrimiento, el más poderoso descubrimiento de los “negros” en América, la puerta a la otra margen”. (1999)
Y los
afro-saberes del ritmo corporal quebraban la dualidad subyacente al patrón racista
de poder. Continuando con su ensayo “clásico” del 2000 incluido en el libro
editado por Lander,
Sin la “objetivización” del “cuerpo” como “naturaleza”, (frente al sujeto de la razón o al alma) sin su expulsión del ámbito del “espíritu”… sería difícilmente explicable… la duradera hegemonía mundial del eurocentrismo. Las solas necesidades del capital como tal, no agotan, no podrían agotar, la explicación del carácter y la trayectoria de esa perspectiva de conocimiento.
La
“objetivización” del “cuerpo” como “naturaleza” abre todo un ámbito
fundamental de análisis de la colonialidad en las relaciones de género. La
expresividad corporal será entendida solo como un llamado de la naturaleza
“salvaje” a la concupiscencia, en lugar de rítmicos afro-saberes comunicativos
y del arte de la seducción.
Poniendo a
dialogar dicho “clásico” con un escrito puertorriqueño suyo del año anterior,
cito:
Como todos los cimarrones de este mundo, sabía… que hay una relación entre música y sociedad/cultura. Pero hasta entonces mi saber no había dejado de ser intelectual y no me había permitido entrar entero, corporalmente, al escondido espacio donde el poder y las gentes se juegan la vida cada día. Porque el ritmo era, exactamente, eso: un espacio-tiempo de confrontación entre el poder y la corporeidad… Desde entonces, en el curso de mis muchas estancias boricuas, mientras me hacía familiar con los sonidos de todos los caribes de América, fue terminando de limpiarse en mí la idea de corporeidad, liberada, por fin, de la vieja prisión eurocentrista de la dualidad cuerpo-alma, materia-espíritu, razón-emoción. Saliendo de esa cárcel de larga duración, la corporeidad emergía radiante como sede y modo de ser humano en este mundo y ponía al desnudo su relación con el poder. (1999)
Y,
retornando a los inicios de dicho escrito, y en contraste con la fosilizada Dialéctica…
del colega dependentista antes aludido:
…como cada una de las identidades es un aprendizaje que no tiene, felizmente también, cuándo, ni por qué, terminar (1999).
Aníbal
continúa:
Caribe… es el nombre de una geografía del sonido y del baile, y de las formas de vida que ayuda a crear, común a la costa Sureste de Estados Unidos, a las Antillas, a la costa colombiana y venezolana, al nordeste brasileño, a toda la costa de Ecuador y a la costa Norte y del Sur-Chico del Perú. Hoy, su ritmo ha comenzado a expandirse por el mundo, subvirtiendo los más guardados laberintos de las sociedades represivas. El ritmo “negro” que nació en la resistencia contra el sufrimiento en América, es el sonido de la subversión del poder en todo el mundo.
Y retomando
sus experiencias del Puerto Rican Journey:
En la migración humana de este tiempo, son las relaciones sociales diarias que están en crisis, las que producen procesos de re-etnificación, de re-identificación inacabada, cimarrona, toda una subversión cultural. Ser “latino-americano” (recuerden con guión) en el actual corazón mayor del eurocentro, es una subversión idéntica a ser “afro-americano” o “nativo-americano”. Porque las luchas de liberación de la sociedad tienen ahora otro punto de partida, parte del escenario mayor de la confrontación: la lucha contra la colonialidad del poder, contra la clasificación “racista/etnicista” de las gentes del mundo, eje central del patrón de poder mundial del capitalismo colonial/moderno.
Esta sin
duda excelente antología de los escritos de Aníbal Quijano que presentamos hoy
padece, sin embargo, de un cierto alternativo andino-centrismo. Hoy, cuando
nuestra desafiante, rebelde alcaldesa cimarrona le entrega la llave de “la
ciudad – patria”, quise yo suministrarles a ustedes a través de citas de otros
trabajos de Quijano algunas llaves para adentrarse en la dimensión
puertorriqueña de los análisis y utopías de uno de los más importantes
sociólogos de nuestro tiempo.
- El primero de cuatro volúmenes publicados por el Fondo de Cultura Económica en México Economía y sociedad (1944, 1ra ed. en alemán 1922) fue traducido y prologado por José Medina Echavarría, muy probablemente desde Puerto Rico. [↩]