viernes, 22 de abril de 2011

Aprender a perder sin perderse. Brasil, Holanda y España en los Mundiales.

Dedico este artículo a Emilio, Luigi, el recién convertido Javi
y toda la hinchada del Atlético de Madrid.

Aquel Brasil (el del 70) jugaba con un pivote (centrocampista defensivo) y luego con Gerson, Tostão, Rivelino... Por fútbol, esta España se acerca bastante. Ellos parecían que eran blanditos y flojos, pero se juntaban muy bien y no les hacían peligro.
(Luis Aragonés, seleccionador de España, tras ganar la Eurocopa 2008)

Brasil Mauro Silva, Dunga e Zinho que é o Brasil zero a zero e campeão
ou o Brasil que parou pelo caminho: Zico, Sócrates, Júnior e Falcão
(Cara do Brasil, música de Celso Viáfora y Vicente Barreto)

Me hice fanático del fútbol a los cinco años, al percibir toda la emoción de la gente por el partido de Brasil y Rusia en el Mundial de España, en 1982. El de Brasil, me fueron contando los adultos, era un equipo excepcional, con entre otros Sócrates, Falcão, Cerezo, Éder y mi primer ídolo, Zico (ver aquí algunos de su mejores momentos).

A lo largo de los siguientes días, mi padre me haría saber que Brasil había ganado ya tres mundiales. Pero importaba menos el hecho que el modo: Brasil siempre había jugado un fútbol ofensivo, de buen toque y creatividad, y con grandes jugadores como Didi, Pelé, Leônidas da Silva o Garrincha. También me habló de otras selecciones, pero solo se detuvo con gran admiración en la de Holanda de 1974, el “carrusel holandés”, cuyos jugadores se iban rutando las posiciones, confundiendo las defensas y coleccionando victorias, incluso sobre Brasil. Pero el fútbol, me enteré, podría ser injusto: pese a haber maravillado al mundo, Holanda perdió el último partido y no se consagró campeona (ver aquí un video sobre cómo la táctica ofensiva de Holanda desbarataba a los otros equipos).

Así, por mi padre y otros adultos, me iba enterando de la historia del fútbol mientras el mundial avanzaba y Brasil deslumbraba. Como brasileño, vivía yo feliz y orgulloso, de modo que cuando Italia le ganó 3-2 a Brasil y nos eliminó con tres goles del maldito Paolo Rossi, tuve al más grande trauma que puedo recordar. Aprendí de las injusticias del mundial, que no permite un solo partido perdido, de los árbitros que no ven penaltis claros ­–un italiano le rompió la camisa a Zico– y del fútbol mismo, que le da la oportunidad a quienes tienen menos talento e imaginación para poder usar su fuerza, disciplina, árbitros ciegos y suerte para llevarse un partido importante.

Tocaba esperar cuatro años más. Era demasiado tiempo para un niño y resultó siéndolo, también, para aquella generación de futbolistas, que no pudo llegar en buenas condiciones al Mundial del 86 por el que pasamos sin despertar amores.

Pero el más grave aprendizaje vendría del mundial del 90: había gente (¡brasileña!) a la que le importaba un comino nuestro legado de fútbol ofensivo si fuera por ganar un mundial. Según argumentaban, el jogo bonito era romanticismo, el fútbol moderno era el equilibrado 3-5-2 proveniente de entrenadores europeos. Aunque entonces no lo podía denominar como eurocentrismo, fue la primera vez que vi con claridad los complejos de inferioridad de la nación. Menos mal que Maradona nos eliminó.

Ganaríamos el mundial del 94 jugando defensivamente – aunque al menos no con el 3-5-2. Estaba muy feliz por la vendetta contra los italianos, pero me indignaba que un equipo defensivo pudiera recibir los honores que cabían a la generación del 82. Peor era escuchar de muchos compatriotas que la selección del 82 era fracasada y que no quedaría su registro en la historia. Pero entonces, casualmente, vivía en España, y me fui dando cuenta de lo contrario: que la selección de Brasil del 82 no se olvidaba. Un día, conversando con mi amigo Emilio, gran hincha del Atlético de Madrid, me emocioné al ver cómo él narraba apasionado el encuentro de Brasil e Italia en el 82, y su cólera por la injusticia del fútbol y por el árbitro. Luego, escucharía a muchos otros españoles hablar maravillas de Brasil del 82. Un periodista, cuyo nombre no recuerdo, lo sintetizó de la siguiente manera: aquél día en que el equipo de Zico y Sócrates perdió, Italia se puso feliz y todo el resto del mundo triste.

La victoria otorga gloria; y la belleza, placer y felicidad. No haría falta que fueran opuestas: la búsqueda por victorias podría ir unida a la creatividad, pero las características del fútbol permiten que las fuerzas físicas organizadas sean superiores a las creativas. Hacer una gran jugada como la de Iniesta, Xavi y Villa en el gol de este último contra Portugal en Sudáfrica es dificilísimo (ver aquí). Encerrarse a toda costa y pasar casi cuatro partidos sin recibir un gol, como hizo Portugal en el mundial, es algo accesible a mucha más gente. De ahí que, desde la década de los 70, un equipo formado por fuertes soldados y un buen sargento-estratega ha venido siendo la salida más utilizada para ganar partidos en los torneos de alto nivel.

La España que ganó el mundial de Sudáfrica es una ruptura con este patrón. Lo interesante es que la genealogía de este equipo lo emparenta un poco con Brasil y bastante con la Holanda del 74. En 1989, el Fútbol Club Barcelona contrató como entrenador al líder del carrusel holandés, Cruyff, quien implantó en el club no solo un patrón de sistema ofensivo, sino también de formación de jugadores, en el cual los chicos talentosos, pero “blanditos y flojos” (como Xavi, Iniesta o Messi), recibían apoyo para desarrollar su talento y la capacidad táctica para defender. Tras dos décadas, siete jugadores formados en el Barcelona fueron titulares en la final del Mundial (1).

Otro periodista español dijo que la derrota de Holanda el 74 inició la caída del fútbol creativo y que, con la de Brasil el 82, se llegó al suelo. Muchos creemos que la victoria de España este 2010 representa un marco de resistencia: ya no es posible decir que el fútbol ofensivo es rival de títulos (2). Pero no es seguro que ello implique un gran cambio: la presión por títulos en el fútbol profesional es enorme y el camino “estratega + soldados”, por ser más fácil, es siempre tentador. Pero a la mayoría de las personas que amamos el fútbol, nos gusta su creatividad y es ello lo que me hace creer en la vuelta del fútbol ofensivo y creativo. El fútbol no son las selecciones, ni los grandes clubes y, mucho menos, sus dirigentes y entrenadores. El fútbol son las gentes que lo quieren: lo juegan, conversan sobre, inician a sus hijos, entrenan a equipos de menores en su barrio, escriben artículos en la Web, ven los partidos, compran los periódicos y largo etc.

Esto último es lo que, desde hace tiempo, me obliga a pensar el fútbol como parte de la paradoja del mundo actual. El mundo lo hacemos las gentes que, en nuestro día a día, vivimos y trabajamos. Sin embargo, hay un grupo de gente instaurada en el poder que nos dice que no nos cabe pensar cómo será nuestra vida política, nuestra vida íntima, nuestra salud y, mucho menos, nuestra economía. Para ello, nos dicen, hay políticos, sistemas de salud, leyes matrimoniales y el mercado. Igual es con el fútbol: somos las gentes de todo el mundo quienes movemos el deporte con nuestro amor al mismo. Sin embargo, hay dirigentes, representantes de jugadores, entrenadores, patrocinadores y quién sabe cuántos más que han complicado su mundo para que no lo comprendamos, para que nos roben y para que nos digan qué fútbol vamos a ver.

De esta forma, no es casual que la pérdida de Holanda el 74 se haya dado solo un año después de la crisis capitalista de 1973, que marcó la progresiva debacle de los movimientos sociales en todo el mundo, la reversión de los procesos de democratización y la pérdida, por parte de la gente, de autonomía sobre su vida y sobre lo económico (3). Se fue consolidando o acentuando una mentalidad centralista que favorece a capitalistas, gobiernos, entrenadores, presidentes de club y a la FIFA. De ahí que los argumentos de Margareth Tatcher para dejemos de pensar otra cosa que no sea el capitalismo sean básicamente los mismos que usaba la gente en Brasil para que quitáramos de la cabeza el fútbol ofensivo: el mercado/fútbol tiene sus propias fuerzas y lo que se le opone es romanticismo.

Yo creo, sin embargo, que hay que seguir luchando y evidenciando la mentira. Si España pudo ganar este mundial o si el Ajax de Ámsterdam y el São Paulo de Telê Santana de hace unos años o el Barcelona de ahora pudieron formar jugadores habilidosos y ganar todo a nivel de clubes, todo el fútbol puede hacerlo. Se trata de que las gentes a las que nos gusta el fútbol creativo, que somos la inmensa mayoría, demandemos que sean nuestros jóvenes más talentosos y no los más fuertes quienes ocupen el lugar central en el fútbol. Por eso me parece importante lo que pasa en España ahora: tras aguantar por muchos años a entrenadores defensivos, les salió un seleccionador como Luis Aragonés que apostó por los habilidosos y lo ganaron todo. Y ahora será muy difícil que se les haga jugar de otra manera (4).

Pero va a haber mucho aun de “estratega + soldados”. Lo que importa es que tengamos claro que el buen fútbol es siempre posible y que podremos remontar las derrotas. Del mismo modo, son posibles modelos económicos y políticos que impulsen las creatividades humanas. Pero de hecho que en esos ámbitos la cosa está más difícil y las tendencias no parecen indicar otra cosa que derrotas. Pero bueno, que sean apasionadas las batallas y que perdamos disfrutando de nuestra imaginación y de la excelente compañía de la gente inconformista.

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(1) Yo soy hincha fanático del Barcelona, pero incluso gente del Real Madrid, como el columnista del AS Alfredo Relaño, no se cansa en repetir la deuda de España con el Barcelona y con el estilo holandés.

(2) Sin embargo, hay que reconocer, España 2010 no ha deslumbrando como Brasil 82 u Holanda 74. Sí había hecho una maravillosa Eurocopa 2008, pero en el Mundial ello no fue posible. Creo que los principios fueron los mismos, pero la espectacularidad se vio mermada por tres razones: 1) Pese a que España apostó por 10 jugadores que tienen muy buen toque de balón, de sus diez titulares, apenas dos (Villa y el convaleciente Torres, luego sustituido por Pedro) tienen buena capacidad goleadora. Estoy seguro de que, para Brasil 2014, la cosa va a ser diferente, a juzgar por los maravillosos jóvenes goleadores que están madurando: Cesc, Llorente, Pedro y Bojan, por lo menos. 2) Se encontraron con rivales extremadamente defensivos. Incluso Alemania, que fue considerada la más vistosa del mundial, se echó hacia atrás al recibir a España. Y 3) La mala suerte: pese a haber intentado desde el principio, en toda la segunda fase del mundial, sus goles llegaron solo en la segunda parte de los partidos, siendo solo entonces cuando los otros equipos se desestreñían.

(3) Aníbal Quijano tiene textos lúcidos sobre estos 40 años de derrotas de las fuerzas democratizantes. Por ejemplo: Colonialidad del poder, globalización y democracia (http://www.urbared.ungs.edu.ar/textos/aquijano2.doc).

(4) En una entrevista tras el Mundial de Sudáfrica, cuyo título es esclarecedor Los jugadores de la Roja no jugarían juntos en mi época, a los buenos los separaban, el ex–jugador del Madrid y de la selección en los ‘90, Michel, expresa bien lo que se siente en la atmósfera española de los amantes del fútbol (http://www.as.com/futbol/articulo/michel-jugadores-roja-jugarian-juntos/20100815dasdasftb_33/Tes).

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