domingo, 4 de diciembre de 2011

Muere Sócrates, futbolista insumiso

 “Los futbolistas somos artistas y, por tanto, somos los únicos que tenemos más poder que sus jefes”, dijo Sócrates una vez. Ello solo habrá sido totalmente verdad en la época de la Democracia Corinthiana, de la cual él fue parte. Esta experiencia única en el fútbol brasileño, que duró entre 1982 y 1985, consistió en la toma de decisiones colectivas sobre los más variados temas: cuales jugadores serían contratados, a cuales no se les renovaría, cuales jugarían. Abolieron también las concentraciones. Las decisiones eran tomadas por los votos de jugadores, comisión técnica, directivos y trabajadorxs, valiendo lo mismo el voto del presidente del club, el de cada una(o) del personal de limpieza o el de un jugador suplente.

La experiencia fue interesantísima: si a finales de 1981 la pésima gestión económica había supuesto una peor campaña deportiva, en los siguientes dos años el Corinthians ganó dos títulos del campeonato paulista y no sólo se saldaron las deudas, sino que la caja del club registró un positivo de tres millones de dólares. Además, el equipo estampó en sus camisas frases de apoyo a la lucha por el regreso a la democracia en el país.

Pero tras dos años de malos resultados deportivos (1984 y 1985) y la progresiva importación del modelo empresarial europeo de gestión deportiva en el país, la democracia se deshizo. Nuevamente y como casi siempre, los jefes del fútbol volvieron a utilizar la sangre de los artistas para vivir. El eterno problema del fútbol y del mundo: la expropiación del poder.

Sócrates intentó entonces suerte en la Fiorentina, pero le fue muy mal: en el equipo había una división entre dos grupos y Sócrates hizo que todos se sentaran en una mesa para conversar y logró con ello la enemistad de todos. Se fue de Italia, además, con la fuerte sospecha de que sus ex-compañeros amañaban partidos.

Entonces recibió una invitación para jugar en el Flamengo, la cual aceptó porque le fascinaba la idea de jugar con Zico. Pero igual le fue mal: se lesionó por un tiempo, jugó tres partidos con Zico y este se lesionó. Al final, después de ocho meses en los cuales nunca le pagaron, se marchó.

Se fue entonces al Santos, para terminar su carrera con otra mala experiencia. Basándose justamente en la fama de Sócrates, el Santos logró un contrato para hacer algunos juegos por Asia. Una vez allá, los dirigentes del equipo empezaron a aceptar otras invitaciones, explotando al máximo la salud de sus jugadores, por lo cual Sócrates se tomó un avión de regreso.

Aparte de sus carrera en los clubes, fue capitán de la más bella selección brasileña de los últimos 30 años, la del Mundial de España de 1982.

Fuera de los campos, ejerció de médico y escribió por muchos años una columna en la revista ‘de izquierda’ Carta Capital, en dónde defendía el fútbol-arte y denunciaba la corrupción generalizada en el deporte. Fue por un tiempo también entrenador y buscó implementar ‘democracias’ en sus clubes y aunque disfrutó de las experiencias, se reía de los conservadores que eran los futbolistas en el ejercicio de su autodeterminación.

Pero parte de su insurgencia estaba en el consumo del alcohol y del tabaco. En este año tuvo fuertes infecciones hepáticas que lo llevaron a ser internado tres veces. Tardó mucho en caer en la cuenta de los males que puede causar el alcohol. Había hablado con sus amistades que iniciaría una campaña de reflexión al respecto. Pero no le alcanzó. Nos dejó hoy día, a sus 57 años. Día en que el Corinthians ganó y le dedicó su quinto campeonato brasileño.

Vai na paz, doutor Sócrates.

Danilo de Assis Clímaco

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